domingo, 6 de marzo de 2011

Todo esto es por mi padre, dijo Jesucristo. Había caminado durante cuarenta días y cuarenta noches por un desierto, hecho que le había relatado a un vagabundo que rondaba el carril solitario al que había llegado, y que tenía la misma apariencia andrajosa que él, sólo que con menos pelo. Tras la relación de esta peripecia se daba la presente conversación.

¿Qué tiene que ver el amor a tu padre con tu sufrimiento?, interpeló el vagabundo Segismundo.

Mucho -replicó el primero-. Yo sufro para aniquilar al hijo de mi padre. Porque él odia al hijo, y yo sólo quiero agradar a mi padre.

Y, ¿Por qué odia a su hijo un padre? -Se hizo un silencio durante el cual, Cristo parecía pensar una respuesta suficiente. Finalmente, declaró, exhausto: Porque le ha robado.

¿Qué hijo roba a su padre? -Los harapos del pobre hombre parecían corroborar las palabras de aquél que jamás había tomado nada que no fuese justamente suyo. Para Jesucristo, sin embargo, el hecho le parecía de lo más natural: Todos los hijos roban a sus padres, dijo encogiéndose de hombros.

Lo entiendo, pero tu padre es un padre ausente, no puedes haberle robado dinero, ni tiempo - Y añadió: ni siquiera una palabra.

Le he robado su esencia, que es lo peor. -La sorpresa en el interlocutor fue mayúscula- El padre tiene miedo a que el hijo le supere, a que el hijo compita con él, a que llegue a su altura, por eso siempre lo trata como a un hijo, no como a un hermano, que es como realmente merecemos ser tratados todos los hombres. Todos los males proceden de ahí. De los celos de los padres.

Pero tu padre es un dios, ¿Cómo puede temer que le superes?

Mi buen amigo, precisamente por eso es que mi padre tiene aún más miedo que el tuyo. -Dijo esto con un extraño gesto fraternal, por el que posaba su mano, como un cura que perdona, en la cabeza del confeso- Si todos los padres le tienen miedo a sus hijos carnales, imagina el miedo que debería tener un dios que fecunda sólo con materia espiritual. Le estoy robando el alma, la fuerza. Por eso me odia.

Pero, ¡fecundarte fué decisión suya! -En esto, Segismundo se levantó teatralmente de la piedra en la que estaba sentado, echando los brazos hacia atrás y adelantando el pecho, como para dar su mejor "do".

¿Des-de-cuan-do-to-dos-los-em-ba-ra-zos-son-pre-me-di-ta-dos? -Silabeó Jesucristo.

¿Quieres decir...que Dios te tuvo por un...desliz? -Temblábale la voz, no sabía cómo expresar aquello. Así que encorvó la espalda y dejó caer los brazos, como un muerto.

No exactamente. Mi padre me tuvo, es cierto. -Introdujo su dedo índice en la boca, humedeciéndolo, y luego lo sacó para posicionarlo en vertical, señalando al cielo, como en un ademán profético- Necesitaba liberar una concentración de energía que le impulsaba a tener progenie, pero no pensó en todas las consecuencias. -El tono había sido monótono, a toda velocidad, como si hubiese calculado ya ese comentario previamente.

¿Y por eso ahora quiere matarte?

No quiere matarme. Pero no quiere volver a verme. -Llora patéticamente- Por eso lucho, para ser digno de su mirada, siendo aquello que él desee -Sonríe amplia, forzada y estúpidamente.

Y, ¿Por qué quieres ser amado por algo que no eres? A mí me dolería esto aún más sabiendo que todo se debe a la figura de mi padre.

No me importa ser amado por mi autenticidad o no. -Se abraza a sí mismo, se curva, coqueto, mimoso, provocativo- Sólo quiero ser amado, es lo que cuenta.

Segismundo pensó evidentemente, con una mano sobre la barbilla, y luego especuló: Si realmente quisieras que los demás te amasen no vagarías sin rumbo, a solas, por los desiertos, ni serías tan polémico como eres a veces. Parece que sólo busques llamar la atención.

Busco llamar la atención de mi padre. -Supo contestar Jesucristo, y esta vez fué él quien se levantó bruscamente de su asiento- Sólo ansío sus respetos, los de los demás, me traen sin cuidado.

No me parece congruente.

No sabes lo que es criarse con una madre como la mía. -La mano fue a descansar en la frente, como suele representarse a las doncellas en apuros- Ella me hizo creer que mi padre me había abandonado, y que por eso yo debía aceptar a su nuevo marido.

Es que tu padre realmente te abandonó. -El pobre vagabundo llevaba días sin llevarse nada a la boca, y había perdido las maneras, cosa que no disgustó al misericordioso Jesús.

Mi padre es omnipresente. No importa que no lo vea, yo sé que el está ahí.

Yo también tengo un padre de esos. -Y lo dijo señalando con su dedo índice un cartel de cartón que le colgaba rudimentariamente del cuello en el que se exponía: "Vagabundo esquizofrénico. Necesito comer algo de verdad, que no lo produzca mi imaginación"- Todos podemos tenerlo si queremos.

Pero mi padre es Dios.

Para mí, el mío, también.

Pero nadie más lo cree. -El rencor entornó los ojos de Cristo.

¿Sólo crees en tu padre porque los demás creen que existe?

Si así lo quieres ver...

Y si, por cualquier razón, no sé, la gente empieza a creer en el cruasán gigante, o en la lechuza que todo lo ve...¿Tú dejarías de existir, porque no puedes existir si tu padre no existe?

Por eso deseo agradarle por todos los medios.

No sé si te entiendo.

Es el único ser que no tiene potestad para decidir que yo no existo, porque es un Dios, y a los dioses nadie los ve, sólo se cree que existen. Mientras él crea que yo existo, existiré, al menos para alguien. Y su existencia depende de que yo crea que él existe.

Hace un momento has dicho que Dios existe porque la gente cree que existe...

Pero eso ellos no lo saben.

¿Y si llegasen a saberlo?

¿Cómo lo harán?

No sé, tal vez decidan que no quieren ser gobernados por un ser que desconocen.

Siempre quedará mi fe.

Pues, entonces, estamos en las mismas condiciones, tú, yo, todos. Todos somos hijos de dios.

Cierto, la biblia lo dice.

Y, entonces, ¿Por qué tú eres especial? Tan sólo eres hijo de un dios, como todo el mundo.

Sí, pero no todo el mundo es hijo de María. Y, por cierto, ese José también es un excelente mánager. -Y así finalizó la conversación, mientras se levantaba y se disponía a abandonar al vagabundo sin siquiera decir adiós, pues debía irse inmediatamente si no quería perder la oportunidad de alejarse de la escena con la inminente puesta de sol. Aunque, eso sí. En el lugar dejó una lágrima de nostalgia, por los buenos momentos que había vivido con su fiel amante, el vagabundo.

sábado, 5 de marzo de 2011

El Silencio

Tejido eréctil. Un tejido hinchado y una secreción. Mi última confesión. El semen huele que apesta. Tengo un olfato muy fino...y olía a pescado podrido cuando me fecundaron. Es una opción. No quería aceptar mi papel desdichado. Pero ahora me siento muy sola. Probamos actitudes, y todas nos parecen inútiles. Las fuerzas son poderosas. Las fuerzas...del horror. Hay que mirar por dónde se va...entre todos los fantasmas y recuerdos. Tanta palabrería...No se debe hablar sobre la soledad. Es una pérdida de tiempo. Quiero escribir.

Ingrid Thulin en Tystnaden, 1963, Ingmar Bergman.

miércoles, 2 de febrero de 2011

La cantante calva


EL PERRO Y EL BUEY, fábula experimental.

Una vez otro buey le preguntó a otro perro: ¿Por qué no te has tragad la trompa? Perdón, contestó el perro, es porque creía que era elefante.

OTRA

Un ternero había comido demasiado vidrio molido. En consecuencia, tuvo que parir. Dio a luz una vaca. Sin embargo, como el becerro era varón, la vaca no podía llamarle "mamá". Tampoco podía llamarle "papá", porque el becerro era demasiado pequeño. Por lo tanto el becerro tuvo que casarse con una persona y la alcaldía tomó todas las medidas promulgadas por las circunstancias de moda.

EL GALLO

Una vez un gallo quiso pasar por perro, pero no pudo, pues lo reconocieron en seguida.

LA SERPIENTE Y LA ZORRA

Una vez una serpiente se acercó a una zorra y le dijo: "Me parece que te conozco". La zorra le contestó: "Yo también". "Entonces -dijo la serpiente- dame dinero". "Una zorra no da dinero", respondió el astuto animal que, para escaparse, saltó a un valle profundo lleno de fresas y de miel de gallina. La serpiente le esperaba allí y reía con una risa mefistofélica. La zorra sacó su cuchillo y le gritó: "¡Voy a enseñarte a vivir!". Y huyó, dándole la espalda. No tuvo suerte. La serpiente fue más rápida, asestó a la zorra un puñetazo en plena frente, que se rompió en mil pedazos mientras gritaba: "¡No! ¡No! ¡Cuatro veces no! ¡Yo no soy tu hija!

EL RESFRIADO:

Mi cuñado tenía, por el lado paterno, un primo carnal uno de cuyos tíos maternos tenía un suegro cuyo abuelo paterno se había casado en segundas nupcias con un joven indígena cuyo hermano había conocido, en uno de sus viajes, a una muchacha de la que se enamoró y con la cual tuvo un hijo que se casó con una farmacéutica intrépida que no era otra que la sobrina de un contramaestre desconocido de la marina británica y cuyo padre adoptivo tenía una tía que hablaba corrientemente el español y que era, quizás, una de las nietas de un ingeniero, muerto joven, nieto a su vez de un propietario de viñedos de los que obtenían un vino mediocre, pero que tenía un resobrino, casero y ayudante, cuyo hijo se había casado con una joven muy linda, divorciada, cuyo primer marido era hijo de un patriota sincero que había sabido educar en el deseo de hacer fortuna a una de sus hijas, la que pudo casarse con un cazador que había conocido a Rothschild y cuyo hermano, después de haber cambiado muchas veces de oficio, se casó y tuvo una hija, cuyo bisabuelo, mezquino, llevaba anteojos que le había regalado un primo suyo, cuñado de un portugués, hijo natural de un molinero, no demasiado pobre, cuyo hermano de leche tomó por esposa a la hija de un ex médico rural, hermano de leche del hijo de un lechero, hijo natural de otro médico rural casado tres veces seguidas, cuya tercera mujer era hija de la mejor comadrona de la región y que, habiendo enviudado temprano se volvió a casar con un vidriero, lleno de vivacidad, que había hecho, a la hija de un jefe de estación, un hijo que supo abrirse camino en la vida y se casó con una vendedora de hortalizas frescas cuyo padre tenía un hermano que se había casado con una institutriz rubia cuyo primo, pescador con caña se había casado con otra institutriz rubia llamada también María, cuyo padre estaba casado con otra María, asimismo institutriz rubia y cuyo padre fue criado en el Canadá por una anciana que era sobrina de un cura cuya abuela atrapaba a veces, en invierno, como todo el mundo, un resfrío.

"No he comprendido bien su relato. Al final, cuando se llega a la abuela del sacerdote, uno se enreda".

"Siempre se enreda entre las zarpas del sacerdote".



De La cantante calva, de Eugéne Ionesco.


sábado, 29 de enero de 2011

Mi casa es el hipogeo de Kefrén.
Hoy juegan en ella, excepcionalmente,
míos duendes de luz blanca.

Hacía años que no veía un sol blanco.
Precisamente hoy tú no estás.
Nadie.

Sigo esperando tu llamada de todos los años.
Y el teléfono sigue durmiendo.
Es cierto.

Para eso estoy en Salamanca.
No quería que conocieses este número.

viernes, 28 de enero de 2011

CON LA MIEL EN LOS LABIOS, de Esther TUSQUETS,

1997, Editorial Anagrama - ISBN: 84-339-1065-5

Pg. 124:

Y quiere saber Andrea, siempre propensa a hacer varias cosas a un tiempo, a sostener conversaciones cruzadas y a formular tres o más preguntas dispares a la vez...

Pg. 120:

...y se ha enfrentado...a la lectura sistemática de una larga lista de títulos, casi todos de ensayo, que los asistentes a la tertulia consideran imprescindibles (por desgracia, que no por azar, ha comenzado con La rama dorada y La educación sentimental, y no le ha tocado todavía su turno a Marx), siempre con la secreta sospecha de que, aun siéndole muy útil, casi imprescindible, la lectura de esos libros, no es éses, sin embargo, para ella el mejor camino de acceso al conocimiento, de que ha aprendido más acerca de la humana condición en un relato, una obra de teatro, un poema, que en un largo encadenamiento de conceptos abstractos y a veces enojosos: mejor el Extranjero o Calígula que El ser y la nada.

Pg. 41-41:


Tomaba Inés primero un café solo, pues eran sus despertares lentos y, caso de no tomarlo, corría el riesgo de andar por el mundo y contestar incluso a lo que se le decía con el corazón dormido, y luego un café con leche y un cruasán. Y pedía Andrea un suizo, la nata aparte en un platito, para poder ir introduciéndola en el chocolate al ritmo de su capricho, sin que se desbordara el líquido fuera de la taza, y unos bizcochos. Y lo saboreaba despacio (Inés había concluido el desayuno, cigarrillo incluido, en tres minutos, como si se tratara de un mero trámite para ingresar en el nuevo día), con fruición y delectación precaminosas, al igual que los niños chicos (¿cómo no iba a ser el chocolate con nata y bizcochos un placer reservado a los críos y a los dioses, si constituía para ella una simple Coca-Cola -curiosamente Andrea no bebía entonces alcohol- un elixir de amor?), y a Inés, ya para quel entonces bien despierta y que acababa de encender un segundo cigarrillo, esa delectación tal vez deliberada -el modo en que sumergía su amiga golosa los bizcochos en la taza, los rescataba rezumantes de chocolate y de nata, se los metía en la boca, entrecerrados y rientes los ojos como en una comunión sacrílega -la fascinaba y la escandalizaba a un tiempo, y comentaba en broma que no había conocido a nadie tan adicto al placer, aunque se tratara de placeres supuestamente inocentes, a nadie tan dado a convertir cualquier gesto cotidiano y trivial en puro vicio.

Pg. 116-117:

...[Pilar] come un bocadillo de cualquier cosa, lo primero que se le ocurre, o que ha visto al cruzar ante la barra, o que el camarero...elige en su lugar, sin que proteste Pilar jamás, sin darse cuenta siquiera de que le sirven en ocasiones algo distinto de lo que ha pedido, y lo come a bocados rápidos, aplicados y asépticos, lo come porque está todavía en ayunas -por la mañana, al levantarse y antes de ponerse a estudiar, no admite otra cosa que un tazón de facé muy cargado y sin azúcar- y porque sabe hay que alimentarse mínimamente para subsistir, mientras bebe a sorbos distraídos una horrible naranjada sin sabor y menor placer, que le daría lo mismo estar comiendo y bebiendo cualquier otra cosa, tan poco específico es su deseo -...incivilizado-, que Andrea no puede evitar arriesgar un comentario, y le dirige ahora Pilar una mirada aviesa, pues toda observación de Andre es malvivida por ella como un agravio, como una agresión que requiere ser repelida con violencia -siempre quizás contra el mundo, pero especialmente contra ella, la guardia en alza-, y manifiesta con enojo que sí, que le da exactamente lo mismo comer una cosa que otra, es más, espera ansiosa el día en que podamos nutrirnos los humanos a base de pastillas y escapemos por fin a la humillante servidumbre de necesitar dos o tres veces al día alimentarnos, porque eso de comer le ha parecido desde seimpre una solemne porquería que debería reservarse en efecto sólo a los animales (de hecho, y lo tiene en la punta de la lengua, el modo en que Andrea saborea un dulce, muerde golosa un bombóm, paladea un batido o una horchata -sorprendentemente no prueba el alcohol-, cruza las piernas o enciende y fuma un cigarrillo, le parece obsceno, una exhibición de dudoso gusto, propia de las mujeres que se saben hermosas y se ofrecen sin tregua en espectáculo. ...Parece tan nefasto, tan equivocado que los actos cotidianos del cuerpo se reduzcan a meros trámites desprovistos de placer, que no se utilicen los sentidos -que no son siente, sino infinitos- como gozosa forma de contacto con el mundo que nos rodea... "Déjalo ya, Andrea, eso vale para ti, que sólo entiendes la vida como juego y como vicio".

Pg. 118:


...se calla, aunque siga dándole vueltas en su mente a lo difícil y duro que debe de resultar vivir llevándose tan mal con el propio cuerpo, confundiéndolo tal vez con la cárcel del alma, cuando es por el contrario con frecuencia el alma, lo que entendemos por alma, la que aprisiona al cuerpo y lo limita, y piensa que alguien debería liberar de esa prisión a la pobre muchachita enjuta y obstianda, en absoluto fea...que no parece haber entendido nada, o, todavía peor, parece haberlo entendido casi todo al revés...el primer achuchón, el primer beso, quizás entonces bajaría Pilar la guardia, sabe Dios desde qué momento de la infancia alzada, y algo insospechado se expandiría y florecería en ella. Lo malo es que la flaca tiene de Bella Durmiente poco o nada, que los muros y rejas que la cercan son más espesos aún y más infranqueables que el más tupido y agreste de los bosques encantados, que no debió de asistir al bautizo ninguna hada madrina (tal vez ni siquiera tuvo la fortuna de que alquien les contara en la infancia cuentos de hadas, ¿y cómo va a ser posible comprender el mundo sin cuentos de hadas, sin las historias de la Biblia y de la mitología griega?), para colmo de desaciertos, está intetando seducir al hombre a quien ama exhibiendo su inteligencia, abriendo como un pavo real la variopinta cola de sus amplios conocimientos, o sacando el número uno en todas las oposiciones imaginables, y nadie va a explicarle -ella no iba a permitir a nadie que le explicara- que son los caminos de la seducción infinitos y extraños, pero que no ha elegido en esta ocasión el adecuado, y es muy psoible que no exista un camino adecuado.

Pg. 44-45:


...Con mucha frecuencia lo que nos enternece en el otro y nos induce a amarle, no son tanto sus cualidades, como sus limitaciones y sus defectos. E Inés, secretamente divertida, a punto está de inquerir: "¿Por qué defectos me amas tú a mí?", y luego: "¿Por qué defectos me quieres tú?", y, por último, las palabras ya en la punta de la lengua sometidas a un postrer tijeretazo de la prudencia y la autocensura: "¿Por qué crees que se me puede amar a mí?". Y Andrea, calmada de golpe su furia: "Tontísima, más que tontísima, porque eres Doña Perfecta, pero nadas peor que un perro y te muerdes las uñas".

Pg. 172:


[Andrea borracha y furiosa]:

...en esta mierda de mundo nadie quiere a nadie, cada uno obstinado en quererse únicamente a sí mismo, en quererse y odiarse a sí mismo, fascinado y asqueado a la par por la monótona contemplación del propio repugnante ombligo, [que a ella al menos no la ha] querido nunca de veras nadie, [que] estaría dispuesta a dar [su] caballo y [su] reino y [su] vida y hasta [su] alma inmortal, caso que la tuviera, a cambio de una brizna de amor.

Pg. 126:


"¿Cómo no iban a quererte [Pregunta Inés, sobre Andrea y sus padres] siendo la menor de los hijos y la única chica? Tú misma reconoces que está tu padre loco por tí." Y concede Andrea con desgana: "Tal vez lleves razón y sí me hayan protegido, sobreprotegido incluso en cierto modo, pero sin hacer que me sintiera yo segura, quizás sí me valoraron y me valoran, pero, sabes, no por aquellos motivos por los que me gusta y me halaga ser valorada, y claro que me han querido y que me quieren...pero no lo suficiente, o no del modo en que necesito ser querida." Y cruza por la mente de Inés, con su sobresalto, el temor a que la insatisfacción de su amiga pueda no tener remedio, a que nunca vaya a poder nadie proporcionarle lo que necesita.

Pg. 180:


...porque no es capaz...de concebir la vida sin Inés, no es capaz de resistir sin verla, sin tocarla, no ya el resto de sus días, sino ni tan siquiera las próximas horas, y siente que una ruptura entre las dos destruiría, al menos para ella, el equilibrio del universo, acallaría el canto de las esferas, y la dejaría boqueando patética, ridícula y patética, como un pez fuera del agua, privada simplemente del elemento en que respirar.

Pg. 90-91:


"Sé que esto que sentimos, esto que tenemos entre las manos -tibio y suave y frábil y tiernísimo como un cachorrillo recién nacido- es la felicidad. Antes de encontrarte a ti, no sabía en qué consistía, a pesar de que creía haberla experimentado algunas veces, y estoy convencida de que muchas personas, la mayoría, mueren sin haber tenido ni el más leve atisbo de lo que es. Pero ahora tú y yo sí lo sabemos, y no serán admisibles posteriores olvidos: la felicidad, aunque rara, aunque infrecuente, aunque difícil, existe, y poco tiene que ver con la alegría, con el placer, con un amable bienestar. O sea que nadie nos podrá engañar ya nunca con sucedáneos, y, si la perdemos, perdida quedará, y no pretenderemos haberla transformado en otra cosa -haber transformado este amor, porque amor y felicidad son aquí lo mismo, en otra cosa-, ni rescatar los restos del naufragio, porque la genuina felicidad no admite, por esencia, metamorfosis ninguna ni parciales rescates, no puede ni siquiera madurar, y, si se rompe, acuérdate de Clark Gable y no te rías, no vamos a ir recogiendo los pedazos y recomponiéndola como si se tratara del jarro de porcelana más bonito de nuestros abuelos. ¿Estás de acuerdo?"

Pg. 133:

[El padre de Andrea, con respecto a su mujer, la madre de Andrea]: ...poder correr entusiasmado y ansioso al encuentro de la bronca descomunal que sabe le espera en el dormitorio, como se precipita el adicto al encuentro de la droga o el ludópata hacia la ruleta, porque ya reconoció Freud, piensa Andrea, que es la vida de los humanos -con sus componentes ineludibles de envejecimiento y de muerte- demasiado dura par afrontarla a pecho descubierto, sin algún tipo de droga que nos enajene o nos adormezca, y nos la haga soportable. Y la droga que utilizan sus padres -esas trifulcas y reconciliaciones sucesivas, que se muerden la cola, en busca acaso de una intensidad de emociones y de sentimientos a la que no podrían acceder de un modo menos artificioso y violento, imprescindibles esas disputas salvajes para conseguir la más alta cota de placer- no es seguramente mejor ni peor que otra cualquiera.

Pg. 82-85:


...No consigue entender esas impaciencias mortales, ese pavor irracional que la asalta a veces, de hecho, casi siempre, cuando llevan un rato separadas, ese modo brutal de echarla de menos, ese sentimiento de pérdida, que la invade a los cinco minutos de dejarla y que la obliga a agarrarse al primer teléfono que encuentra en su camino como única tabla de salvación en el proceloso océano de la ausencia, y esa desmesura del amor de Andrea que establece el exceso como norma y pone el mundo patas arriba por una chiquillada...De modo que Andrea, la descontrolada, controla lo mejor que puede sus impaciencias y temores -dejar de sentirlos, como quisiera Inés, le es inalcanzable-, mientras va siguiendo el lento sucederse de los segundo, y abandona el hotel lo más tarde que se lo permite su ansiedad, y se encamina luego a pie hacia el archivo, eligiendo de forma deliberada el trayecto más largo...

Pg. 135:

"¿Por qué no son las ganas motivo suficiente para hacer algo que promete darnos placer y que no va a perjudicar a nadie? A mí me parecen las ganas, entre todas las demás, la razón más válida y concluyente".

Pg. 156:


...en este mundo ya tan restrictivo no hay que prohibir ni proscribir casi nada, tal vez ni siquiera los toros.



Picavia.


Hubiese querido, pero mi moralidad no me lo permitió, desvelar el implacable final [Véase el EPÍLOGO completo, pues hace reflexionar sobre España y occidente en general] y la sutil pero inquisitiva pregunta (a través de la boca de Inés) que nos hace la autora.

jueves, 27 de enero de 2011

Oda a Egipto

Ante los sonados acontecimientos en el país del culto al Nilo, como fino hilo de separación entre la vida y la muerte, entre el movimiento y lo estático, la tierra fértil y el suelo seco, arenoso...El efluvio de información ha sido, sin lugar a dudas, la corriente de cohesión y, tal como se ha dicho, madurez política, en cuanto a las espectativas y los medios. Una población más alfabeteizada, con nociones de sociología y acceso al gran río de ideas que puede suponer internet, los constituyentes básicos del torrente impulsor. La historia vuelve a reescribirse con el nombre de Egipto en los titulares.


No era mucho pedir. Apenas una vida tranquila, con garantías. Egipto no es un país irremediablemente pobre, ¿alguna vez lo fue? Hubiese sido lógico construir sobre esto, como ya se hizo en la antigüedad, una gran nación -que lo es- para el gran pueblo que ha demostrado ser el que gobierna, porque, ahora sí, se demuestra que gobernará. No el miedo, por favor. No la corrupción. Una voz, un derecho, de quienes saben qué necesitan por su propia experiencia, la real, no de esa que cabalga sobre un idilio de 70, 000 millones. La ribera negra, la de la vida. De repente, explota, brota vida como si no hubiese habido antes, y como si no fuese a haber después, para forzar la paradoja de que lo único posible sea la asfixia, y la muerte. Las peticiones son universales, proletarias, humanas, y los formulantes, eso sí, son muy conscientes de ello, o eso parece. ¿Idealismo? ¿Y cuándo no lo hubo? Acaso la evolución es una partitura manchada con golpes de sueños comunes y esperanzas. Así queda resumido todo con un nombre y un apellido: Hosini Mubarak, o casi todo, pues el mayor protagonismo no lo puede poseer el que adquiere el rol de opresor, sino del héroe. Egipto, que hasta hace unos días fue una república semipresidencialista -con su Ley de Emergencia- se retorcía de dolor por la gangrena policial, empresarial y gubernamental que le infectaba. Porque un detestable dictador vestido de injusticia, de caprichos y de autonomía total, que no precisamente podía señalarse individualmente -Mubarak tal vez era sólo una encarnación de una ponzoña muy extendida por toda África-, gozaba de una aquiescencia aletargada, durante tres pesarosas -así nos lo hacen ver los manifestantes- décadas.


El 25 de enero, "Día de la ira", se dan las primeras manifestaciones contra el régimen de Mubarak, que se encarga de realizar detenciones y represión -que deja tres muertos), también contra los medios de comunicación, llegando a bloquear Twitter y los mass media -"la revolución de la juventud", así llamada por su protagonismo, supo burlar las medidas del gobierno para poder ponerse en contacto. Tres días después mueren 70 personas más -la cifra y los saqueos irán ascendiendo con los días- e internet queda completamente bloqueado. Al día siguiente se renueva el gobierno, cosa que no contenta a los protestantes, ni al ejército, que se niega a colaborar con Mubarak. El 1 de febrero la petición es clara: Mubarak ha de dimitir. Él se niega a retirarse, aunque asegura que no se presentará a las próximas elecciones. La "batalla" ahora se libra entre hermanos, civiles que defienden la figura del régimen contra los que piden el cambio. Mubarak es amonestado por EEUU, pero, senilmente, se niega a abandonar su puesto pero conoce ciertos atisbos de preocupación por la situación económica. Finalmente su gobierno se retira, acordando la reforma de la Constitución. Se procura normalizar la situación -los Hermanos Musulmanes y el Ejército negocian- y Mubarak establece un toque de queda más flexible y un nuevo gobierno. Pero las protestas no cesan y Suleimán amenaza con dar un golpe de estado -ya antes Baradei, premio nobel de la paz se había ofrecido para liderar la transición-, por lo que recibe de Mubarak algunos poderes. La verdad sigue en la calle, muertes a manos de anónimos -si ha hablado de policías disfrazados de paisano, de mercenarios, a los que los tanques del ejército tuvieron que amenazar con su presencia, sin llegar a imponerse. La resistencia tiene lugar en la plaza, y la cifra de muertos asciende casi a 300, en el caso de los heridos, hay unos 3000. El 11 de Febrero -18 días después del día de la ira- el presidente Hosni Mubarak, abandona el poder, dejándolo al Ejército, que disuelven las figuras gubernamentales, para levantar el estado de excepción. El mariscal Tantaui asume todo el poder y se promete un referendo y una reforma constitucional en dos meses, mientras que habrá que esperar seis meses para designar a un líder. Se celebra "la Marcha de la victoria".


La revolución no ha hecho más que empezar. Todo el norte de África hoy admira a Egipto, quiere ser como Egipto. Acaso la esperanza sean mayores que las posibilidades en muchos países, incluso Egipto cuelga de las buenas o malas intenciones del Ejército. Pero nos han hecho partícipes de un acto de voluntad y democracia como las que no se veían desde hace años. Tal vez se puede soñar con un norte islámico unido y democrático, al estilo estadounidense, quién sabe, pero aún las espectativas no son más que esbozos y ensoñaciones, desgraciadamente. Y con todo eso, la Democracia a veces tampoco es la solución. La democracia hoy en día es un icono, que los países con regímenes más subordinados acogen como si de un icono de libertad se tratase. Y la libertad, acaso sea imposible establecerla a gusto de todos.