sábado, 29 de enero de 2011

Mi casa es el hipogeo de Kefrén.
Hoy juegan en ella, excepcionalmente,
míos duendes de luz blanca.

Hacía años que no veía un sol blanco.
Precisamente hoy tú no estás.
Nadie.

Sigo esperando tu llamada de todos los años.
Y el teléfono sigue durmiendo.
Es cierto.

Para eso estoy en Salamanca.
No quería que conocieses este número.

viernes, 28 de enero de 2011

CON LA MIEL EN LOS LABIOS, de Esther TUSQUETS,

1997, Editorial Anagrama - ISBN: 84-339-1065-5

Pg. 124:

Y quiere saber Andrea, siempre propensa a hacer varias cosas a un tiempo, a sostener conversaciones cruzadas y a formular tres o más preguntas dispares a la vez...

Pg. 120:

...y se ha enfrentado...a la lectura sistemática de una larga lista de títulos, casi todos de ensayo, que los asistentes a la tertulia consideran imprescindibles (por desgracia, que no por azar, ha comenzado con La rama dorada y La educación sentimental, y no le ha tocado todavía su turno a Marx), siempre con la secreta sospecha de que, aun siéndole muy útil, casi imprescindible, la lectura de esos libros, no es éses, sin embargo, para ella el mejor camino de acceso al conocimiento, de que ha aprendido más acerca de la humana condición en un relato, una obra de teatro, un poema, que en un largo encadenamiento de conceptos abstractos y a veces enojosos: mejor el Extranjero o Calígula que El ser y la nada.

Pg. 41-41:


Tomaba Inés primero un café solo, pues eran sus despertares lentos y, caso de no tomarlo, corría el riesgo de andar por el mundo y contestar incluso a lo que se le decía con el corazón dormido, y luego un café con leche y un cruasán. Y pedía Andrea un suizo, la nata aparte en un platito, para poder ir introduciéndola en el chocolate al ritmo de su capricho, sin que se desbordara el líquido fuera de la taza, y unos bizcochos. Y lo saboreaba despacio (Inés había concluido el desayuno, cigarrillo incluido, en tres minutos, como si se tratara de un mero trámite para ingresar en el nuevo día), con fruición y delectación precaminosas, al igual que los niños chicos (¿cómo no iba a ser el chocolate con nata y bizcochos un placer reservado a los críos y a los dioses, si constituía para ella una simple Coca-Cola -curiosamente Andrea no bebía entonces alcohol- un elixir de amor?), y a Inés, ya para quel entonces bien despierta y que acababa de encender un segundo cigarrillo, esa delectación tal vez deliberada -el modo en que sumergía su amiga golosa los bizcochos en la taza, los rescataba rezumantes de chocolate y de nata, se los metía en la boca, entrecerrados y rientes los ojos como en una comunión sacrílega -la fascinaba y la escandalizaba a un tiempo, y comentaba en broma que no había conocido a nadie tan adicto al placer, aunque se tratara de placeres supuestamente inocentes, a nadie tan dado a convertir cualquier gesto cotidiano y trivial en puro vicio.

Pg. 116-117:

...[Pilar] come un bocadillo de cualquier cosa, lo primero que se le ocurre, o que ha visto al cruzar ante la barra, o que el camarero...elige en su lugar, sin que proteste Pilar jamás, sin darse cuenta siquiera de que le sirven en ocasiones algo distinto de lo que ha pedido, y lo come a bocados rápidos, aplicados y asépticos, lo come porque está todavía en ayunas -por la mañana, al levantarse y antes de ponerse a estudiar, no admite otra cosa que un tazón de facé muy cargado y sin azúcar- y porque sabe hay que alimentarse mínimamente para subsistir, mientras bebe a sorbos distraídos una horrible naranjada sin sabor y menor placer, que le daría lo mismo estar comiendo y bebiendo cualquier otra cosa, tan poco específico es su deseo -...incivilizado-, que Andrea no puede evitar arriesgar un comentario, y le dirige ahora Pilar una mirada aviesa, pues toda observación de Andre es malvivida por ella como un agravio, como una agresión que requiere ser repelida con violencia -siempre quizás contra el mundo, pero especialmente contra ella, la guardia en alza-, y manifiesta con enojo que sí, que le da exactamente lo mismo comer una cosa que otra, es más, espera ansiosa el día en que podamos nutrirnos los humanos a base de pastillas y escapemos por fin a la humillante servidumbre de necesitar dos o tres veces al día alimentarnos, porque eso de comer le ha parecido desde seimpre una solemne porquería que debería reservarse en efecto sólo a los animales (de hecho, y lo tiene en la punta de la lengua, el modo en que Andrea saborea un dulce, muerde golosa un bombóm, paladea un batido o una horchata -sorprendentemente no prueba el alcohol-, cruza las piernas o enciende y fuma un cigarrillo, le parece obsceno, una exhibición de dudoso gusto, propia de las mujeres que se saben hermosas y se ofrecen sin tregua en espectáculo. ...Parece tan nefasto, tan equivocado que los actos cotidianos del cuerpo se reduzcan a meros trámites desprovistos de placer, que no se utilicen los sentidos -que no son siente, sino infinitos- como gozosa forma de contacto con el mundo que nos rodea... "Déjalo ya, Andrea, eso vale para ti, que sólo entiendes la vida como juego y como vicio".

Pg. 118:


...se calla, aunque siga dándole vueltas en su mente a lo difícil y duro que debe de resultar vivir llevándose tan mal con el propio cuerpo, confundiéndolo tal vez con la cárcel del alma, cuando es por el contrario con frecuencia el alma, lo que entendemos por alma, la que aprisiona al cuerpo y lo limita, y piensa que alguien debería liberar de esa prisión a la pobre muchachita enjuta y obstianda, en absoluto fea...que no parece haber entendido nada, o, todavía peor, parece haberlo entendido casi todo al revés...el primer achuchón, el primer beso, quizás entonces bajaría Pilar la guardia, sabe Dios desde qué momento de la infancia alzada, y algo insospechado se expandiría y florecería en ella. Lo malo es que la flaca tiene de Bella Durmiente poco o nada, que los muros y rejas que la cercan son más espesos aún y más infranqueables que el más tupido y agreste de los bosques encantados, que no debió de asistir al bautizo ninguna hada madrina (tal vez ni siquiera tuvo la fortuna de que alquien les contara en la infancia cuentos de hadas, ¿y cómo va a ser posible comprender el mundo sin cuentos de hadas, sin las historias de la Biblia y de la mitología griega?), para colmo de desaciertos, está intetando seducir al hombre a quien ama exhibiendo su inteligencia, abriendo como un pavo real la variopinta cola de sus amplios conocimientos, o sacando el número uno en todas las oposiciones imaginables, y nadie va a explicarle -ella no iba a permitir a nadie que le explicara- que son los caminos de la seducción infinitos y extraños, pero que no ha elegido en esta ocasión el adecuado, y es muy psoible que no exista un camino adecuado.

Pg. 44-45:


...Con mucha frecuencia lo que nos enternece en el otro y nos induce a amarle, no son tanto sus cualidades, como sus limitaciones y sus defectos. E Inés, secretamente divertida, a punto está de inquerir: "¿Por qué defectos me amas tú a mí?", y luego: "¿Por qué defectos me quieres tú?", y, por último, las palabras ya en la punta de la lengua sometidas a un postrer tijeretazo de la prudencia y la autocensura: "¿Por qué crees que se me puede amar a mí?". Y Andrea, calmada de golpe su furia: "Tontísima, más que tontísima, porque eres Doña Perfecta, pero nadas peor que un perro y te muerdes las uñas".

Pg. 172:


[Andrea borracha y furiosa]:

...en esta mierda de mundo nadie quiere a nadie, cada uno obstinado en quererse únicamente a sí mismo, en quererse y odiarse a sí mismo, fascinado y asqueado a la par por la monótona contemplación del propio repugnante ombligo, [que a ella al menos no la ha] querido nunca de veras nadie, [que] estaría dispuesta a dar [su] caballo y [su] reino y [su] vida y hasta [su] alma inmortal, caso que la tuviera, a cambio de una brizna de amor.

Pg. 126:


"¿Cómo no iban a quererte [Pregunta Inés, sobre Andrea y sus padres] siendo la menor de los hijos y la única chica? Tú misma reconoces que está tu padre loco por tí." Y concede Andrea con desgana: "Tal vez lleves razón y sí me hayan protegido, sobreprotegido incluso en cierto modo, pero sin hacer que me sintiera yo segura, quizás sí me valoraron y me valoran, pero, sabes, no por aquellos motivos por los que me gusta y me halaga ser valorada, y claro que me han querido y que me quieren...pero no lo suficiente, o no del modo en que necesito ser querida." Y cruza por la mente de Inés, con su sobresalto, el temor a que la insatisfacción de su amiga pueda no tener remedio, a que nunca vaya a poder nadie proporcionarle lo que necesita.

Pg. 180:


...porque no es capaz...de concebir la vida sin Inés, no es capaz de resistir sin verla, sin tocarla, no ya el resto de sus días, sino ni tan siquiera las próximas horas, y siente que una ruptura entre las dos destruiría, al menos para ella, el equilibrio del universo, acallaría el canto de las esferas, y la dejaría boqueando patética, ridícula y patética, como un pez fuera del agua, privada simplemente del elemento en que respirar.

Pg. 90-91:


"Sé que esto que sentimos, esto que tenemos entre las manos -tibio y suave y frábil y tiernísimo como un cachorrillo recién nacido- es la felicidad. Antes de encontrarte a ti, no sabía en qué consistía, a pesar de que creía haberla experimentado algunas veces, y estoy convencida de que muchas personas, la mayoría, mueren sin haber tenido ni el más leve atisbo de lo que es. Pero ahora tú y yo sí lo sabemos, y no serán admisibles posteriores olvidos: la felicidad, aunque rara, aunque infrecuente, aunque difícil, existe, y poco tiene que ver con la alegría, con el placer, con un amable bienestar. O sea que nadie nos podrá engañar ya nunca con sucedáneos, y, si la perdemos, perdida quedará, y no pretenderemos haberla transformado en otra cosa -haber transformado este amor, porque amor y felicidad son aquí lo mismo, en otra cosa-, ni rescatar los restos del naufragio, porque la genuina felicidad no admite, por esencia, metamorfosis ninguna ni parciales rescates, no puede ni siquiera madurar, y, si se rompe, acuérdate de Clark Gable y no te rías, no vamos a ir recogiendo los pedazos y recomponiéndola como si se tratara del jarro de porcelana más bonito de nuestros abuelos. ¿Estás de acuerdo?"

Pg. 133:

[El padre de Andrea, con respecto a su mujer, la madre de Andrea]: ...poder correr entusiasmado y ansioso al encuentro de la bronca descomunal que sabe le espera en el dormitorio, como se precipita el adicto al encuentro de la droga o el ludópata hacia la ruleta, porque ya reconoció Freud, piensa Andrea, que es la vida de los humanos -con sus componentes ineludibles de envejecimiento y de muerte- demasiado dura par afrontarla a pecho descubierto, sin algún tipo de droga que nos enajene o nos adormezca, y nos la haga soportable. Y la droga que utilizan sus padres -esas trifulcas y reconciliaciones sucesivas, que se muerden la cola, en busca acaso de una intensidad de emociones y de sentimientos a la que no podrían acceder de un modo menos artificioso y violento, imprescindibles esas disputas salvajes para conseguir la más alta cota de placer- no es seguramente mejor ni peor que otra cualquiera.

Pg. 82-85:


...No consigue entender esas impaciencias mortales, ese pavor irracional que la asalta a veces, de hecho, casi siempre, cuando llevan un rato separadas, ese modo brutal de echarla de menos, ese sentimiento de pérdida, que la invade a los cinco minutos de dejarla y que la obliga a agarrarse al primer teléfono que encuentra en su camino como única tabla de salvación en el proceloso océano de la ausencia, y esa desmesura del amor de Andrea que establece el exceso como norma y pone el mundo patas arriba por una chiquillada...De modo que Andrea, la descontrolada, controla lo mejor que puede sus impaciencias y temores -dejar de sentirlos, como quisiera Inés, le es inalcanzable-, mientras va siguiendo el lento sucederse de los segundo, y abandona el hotel lo más tarde que se lo permite su ansiedad, y se encamina luego a pie hacia el archivo, eligiendo de forma deliberada el trayecto más largo...

Pg. 135:

"¿Por qué no son las ganas motivo suficiente para hacer algo que promete darnos placer y que no va a perjudicar a nadie? A mí me parecen las ganas, entre todas las demás, la razón más válida y concluyente".

Pg. 156:


...en este mundo ya tan restrictivo no hay que prohibir ni proscribir casi nada, tal vez ni siquiera los toros.



Picavia.


Hubiese querido, pero mi moralidad no me lo permitió, desvelar el implacable final [Véase el EPÍLOGO completo, pues hace reflexionar sobre España y occidente en general] y la sutil pero inquisitiva pregunta (a través de la boca de Inés) que nos hace la autora.

jueves, 27 de enero de 2011

Oda a Egipto

Ante los sonados acontecimientos en el país del culto al Nilo, como fino hilo de separación entre la vida y la muerte, entre el movimiento y lo estático, la tierra fértil y el suelo seco, arenoso...El efluvio de información ha sido, sin lugar a dudas, la corriente de cohesión y, tal como se ha dicho, madurez política, en cuanto a las espectativas y los medios. Una población más alfabeteizada, con nociones de sociología y acceso al gran río de ideas que puede suponer internet, los constituyentes básicos del torrente impulsor. La historia vuelve a reescribirse con el nombre de Egipto en los titulares.


No era mucho pedir. Apenas una vida tranquila, con garantías. Egipto no es un país irremediablemente pobre, ¿alguna vez lo fue? Hubiese sido lógico construir sobre esto, como ya se hizo en la antigüedad, una gran nación -que lo es- para el gran pueblo que ha demostrado ser el que gobierna, porque, ahora sí, se demuestra que gobernará. No el miedo, por favor. No la corrupción. Una voz, un derecho, de quienes saben qué necesitan por su propia experiencia, la real, no de esa que cabalga sobre un idilio de 70, 000 millones. La ribera negra, la de la vida. De repente, explota, brota vida como si no hubiese habido antes, y como si no fuese a haber después, para forzar la paradoja de que lo único posible sea la asfixia, y la muerte. Las peticiones son universales, proletarias, humanas, y los formulantes, eso sí, son muy conscientes de ello, o eso parece. ¿Idealismo? ¿Y cuándo no lo hubo? Acaso la evolución es una partitura manchada con golpes de sueños comunes y esperanzas. Así queda resumido todo con un nombre y un apellido: Hosini Mubarak, o casi todo, pues el mayor protagonismo no lo puede poseer el que adquiere el rol de opresor, sino del héroe. Egipto, que hasta hace unos días fue una república semipresidencialista -con su Ley de Emergencia- se retorcía de dolor por la gangrena policial, empresarial y gubernamental que le infectaba. Porque un detestable dictador vestido de injusticia, de caprichos y de autonomía total, que no precisamente podía señalarse individualmente -Mubarak tal vez era sólo una encarnación de una ponzoña muy extendida por toda África-, gozaba de una aquiescencia aletargada, durante tres pesarosas -así nos lo hacen ver los manifestantes- décadas.


El 25 de enero, "Día de la ira", se dan las primeras manifestaciones contra el régimen de Mubarak, que se encarga de realizar detenciones y represión -que deja tres muertos), también contra los medios de comunicación, llegando a bloquear Twitter y los mass media -"la revolución de la juventud", así llamada por su protagonismo, supo burlar las medidas del gobierno para poder ponerse en contacto. Tres días después mueren 70 personas más -la cifra y los saqueos irán ascendiendo con los días- e internet queda completamente bloqueado. Al día siguiente se renueva el gobierno, cosa que no contenta a los protestantes, ni al ejército, que se niega a colaborar con Mubarak. El 1 de febrero la petición es clara: Mubarak ha de dimitir. Él se niega a retirarse, aunque asegura que no se presentará a las próximas elecciones. La "batalla" ahora se libra entre hermanos, civiles que defienden la figura del régimen contra los que piden el cambio. Mubarak es amonestado por EEUU, pero, senilmente, se niega a abandonar su puesto pero conoce ciertos atisbos de preocupación por la situación económica. Finalmente su gobierno se retira, acordando la reforma de la Constitución. Se procura normalizar la situación -los Hermanos Musulmanes y el Ejército negocian- y Mubarak establece un toque de queda más flexible y un nuevo gobierno. Pero las protestas no cesan y Suleimán amenaza con dar un golpe de estado -ya antes Baradei, premio nobel de la paz se había ofrecido para liderar la transición-, por lo que recibe de Mubarak algunos poderes. La verdad sigue en la calle, muertes a manos de anónimos -si ha hablado de policías disfrazados de paisano, de mercenarios, a los que los tanques del ejército tuvieron que amenazar con su presencia, sin llegar a imponerse. La resistencia tiene lugar en la plaza, y la cifra de muertos asciende casi a 300, en el caso de los heridos, hay unos 3000. El 11 de Febrero -18 días después del día de la ira- el presidente Hosni Mubarak, abandona el poder, dejándolo al Ejército, que disuelven las figuras gubernamentales, para levantar el estado de excepción. El mariscal Tantaui asume todo el poder y se promete un referendo y una reforma constitucional en dos meses, mientras que habrá que esperar seis meses para designar a un líder. Se celebra "la Marcha de la victoria".


La revolución no ha hecho más que empezar. Todo el norte de África hoy admira a Egipto, quiere ser como Egipto. Acaso la esperanza sean mayores que las posibilidades en muchos países, incluso Egipto cuelga de las buenas o malas intenciones del Ejército. Pero nos han hecho partícipes de un acto de voluntad y democracia como las que no se veían desde hace años. Tal vez se puede soñar con un norte islámico unido y democrático, al estilo estadounidense, quién sabe, pero aún las espectativas no son más que esbozos y ensoñaciones, desgraciadamente. Y con todo eso, la Democracia a veces tampoco es la solución. La democracia hoy en día es un icono, que los países con regímenes más subordinados acogen como si de un icono de libertad se tratase. Y la libertad, acaso sea imposible establecerla a gusto de todos.

martes, 25 de enero de 2011

¡Abraxas, galla, galla, tse, tse!


LAS MOSCAS, Jean-Paul SARTRE // Edición de Losada, 2005. ISBN: 950-03-0649-2.

(Extractos con lo mejor y esencias: Aviso. Esta entrada no pretende ser un alegato de los robos de derechos de autor, sino que, más bien, pretende conmover el ánimo, hasta el punto de instar a la lectura de la obra original en su totalidad, que, ya anticipo, se lee en una tarde de domingo -no más, no se permiten excusas-, que realmente se merece).

ACTO I. ESCENA I.

Pg. 21:

La vieja: Ah, me arrepiento, señor, si supiérais cómo me arrepiento, y mi hija también se arrepiente, y mi yerno sacrifica una vaca todos los años, y a mi nieto, que anda por los siete años, lo hemos educado en el arrepentimiento; es juicioso como una imagen, todo rubio y penetrado por el sentimiento de su pecado original.

Júpiter: Está bien, vieja basura, y trata de reventar en el arrepentimiento. Es tu única posibilidad de salvación (La Vieja huye).

Pg. 23: (Por estética).

Orestes: ...Paredes embadurnadas de sangre, millones de moscas, olor a carnicería, calor de horno, calles desiertas, un dios con cara de asesinado, larvas aterradas que se golpean el pecho en el fondo de las casas, y esos gritos, esos gritos insoportables.

Pg. 24-25:

Júpiter: ...Los hombres de aquí son grandes pecadores, pero están empeñados ya en el camino de la redención. Dejadlos, joven, dejadlos, respetad su dolorosa empresa, alejaos de puntillas. No podríais compartir su arrepentimiento, pues no habéis tenido parte en su crimen, y vuestra inocencia impertinente os separa de ellos como un foso profundo. Marchaos, si los amáis un poco. Marchaos, porque vais a perderlos; por poco que los detengáis en el camino, que los apartéis, aunque sea un instante, de sus remordimientos, todas sus faltas se cuajarán en ellos como grasa fría. Tienen la conciencia intranquila, tienen miedo, y del miedo y la conciencia intranquila emana una fragancia deliciosa para las narices de los dioses. ¿Quisiérais despojarlos del favor divino? ¿Y qué les daríais en cambio? Digestiones tranquilas, la taciturna paz provinciana y el hastío, ¡ah! el hastío tan cotidiano de la felicidad. Buen viaje, joven, buen viaje; el orden de una ciudad y el orden de las almas son inestables; si los tocáis, provocaréis una catástrofe. Una terrible catástrofe que recaerá sobre vos. A propósito, si las moscas os molestan, éste es el medio de libraros de ellas; mirad el emjambre que zumba a vuestro alrededor, hago un movimiento con la muñeca, un ademán con el brazo y digo: Abraxas, galla, galla, tse, tse. Y ya veis; ruedan y se arrastran por el suelo como orugas.

ESCENA II.

Pg. 27:

Orestes (al Pedagogo): Deja tu filosofía. Me ha hecho demasiado daño.

El Pedagogo: ¡Daño! Entonces es perjudicar a la gente, darle libertad de espíritu. ¡Ah! ¡Cómo habéis cambiado! Antes leía en vos...

ESCENA V.

Electra: No te enternezcas, Filebo; la reina se divierte con nuestro juego nacional; el juego de las confesiones públicas. Aquí cada uno grita sus pecados a la cara de todos; y no es raro, en los días feriados, ver a algún comerciante que después de bajar la cortina metálica de su tienda, se arrastre de rodillas por las calles, frotando el pelo en el polvo y aullando que es un asesino, un adúltero o un prevaricador. Pero las gentes de Argos comienzan a hastiarse; cada uno conoce de memoria los crímenes de los otros; los de la reina en particular no divierten ya a nadie; son crímenes oficiales, crímenes de fundación, por así decrilo. Dejo que pienses en su alegría cuanto te vio, joven, nuevo, ignorante hasta de su nombre: ¡qué ocasión excepcional! Le parece que se confiesa por primera vez. ...Ya ves, Filebo; es la regla del juego. Las gentes te imploran que las condenes. Pero mucho cuidado; júzgalas sólo por las faltas que te confiesan; las otras no interesan a nadie, y te tendrían mala voluntad si los descubrieras.

ACTO II. ESCENA I.

Pg. 54:

El Pedagogo: ...Estas gentes están a punto de morirse de miedo. He aquí el efecto de la superstición.

Júpiter: ...Unas amapolas en las mejillas, buen hombre, no te impedirán ser basura, como todos éstos, a los ojos de Júpiter. Anda, apestas y no lo sabes. En cambio ellos tienen las narices llenas de sus propios olores; se conocen mejor que tú.

Un hombre: ...Soy una carroña inmunda. ¡Mirad, las moscas me cubren como cuervos! Picad, cavad, taladrar, moscas vengadoras, revolved mi carne hasta mi corazón obsceno. He pecado, he pecado cien mil veces, soy un albañal, un retrete.

ESCENA II.

Pg. 60:

Egisto: ...Los muertos jamás tienen piedad. Sus agravios son imborrables...Su alma es un mediodía tórrido, sin un soplo de viento, donde nada se mueve, nada cambia, nada vive; un gran sol descarnado, un sol inmóvil la consume eternamente. Los muertos ya no son -¿comprendéis esta palabra implacable?-, ya no son, y por eso se han erigido en guardianes incorruptibles de vuestros crímenes...Os quema esa mirada invisible y pura, más inalterable que el recuerdo de una mirada.

Los hombres: Perdonad que vivamos mientras vosotros estais muertos...Eternamente llevamos luto por vosotros y lloramos del alba a la noche y de la noche al alba. Es inútil, vuestro recuerdo se deshilacha y se nos desliza entre los dedos; cada día palidece un poco más y somos un poco más culpables. Nos abandonáis, nos abandonáis, os escurrís de nosotros como una hemorragia. Sin embargo, por si ello pudiera aplacar vuestras almas irritadas, sabed, oh caros desaparecidos, que nos habéis arruinado la vida.

ESCENA IV.

Pg. 78:

Orestes: Zeus, ¿en verdad el hijo de un rey, expulsado de su ciudad natal, habrá de resignarse santamente al exilio y a largarse con la cabeza gacha, como un cordero? ¿Es ésa tu voluntad? No puedo creerlo. Y sin embargo..., sin embargo has prohibido el derramamiento de sangre...si la resignación y la abyecta humildad son las leyes que me impones, manifiéstame tu voluntad mediante alguna señal, porque ya no veo nada claro (La luz forma una aureola alrededor de la piedra). Entonces...eso es el Bien. Agachar el lomo. Bien agachado. Decir siempre "Perdón" y "Gracias"...¿es eso? El Bien. El Bien ajeno...Hay otro camino...Te digo que hay otro camino..., mi camino...¿No lo ves? Parte de aquí y baja hacia la ciudad. Es preciso bajar, ¿comprendes?, bajar hasta vosotros, estáis en el fondo de un agujero, bien en el fondo...Tú eres mi hermana, Electra, y esta ciudad es mi ciudad...Soy demasiado ligero. Tengo que lastrarme con un crimen bien pesado que me haga ir a pique hasta el fondo de Argos...Escucha: supón que asumo todos los crímenes de todas esas gentes que tiemblan en cuartos oscuros, rodeados por sus queridos difuntos. Supón que quiero merecer el nombre de "ladrón de remordimientos" y que instalo en mí toda su contricción...Dime, ese día, cuando esté atormentado por remordimientos más numerosos que las moscas de Argos, por todos los remordimientos de la ciudad, ¿no habré adquirido derecho de ciudadanía entre vosotros? ¿No estaré en mi casa, entre vuestras murallas ensangrentadas como el carnicero de delantal rojo están en su casa en la tienda, entre los bueyes sangrientos que acaba de degollar?

Electra: ¿Quieres expiar por nosotros?

Orestes: ¿Expiar? He dicho que instalaré en mí vuestros arrepentimientos, pero no he dicho lo que haré con esos pajarracos vocingleros; quizá les tuerza el pescuezo.

Electra: ¿Y cómo podrías cargar con nuestros males?

Orestes: No pedís otra cosa que deshaceros de ellos. Sólo el rey y la reina los mantienen a la fuerza en vuestros corazones...Los dioses son testigos de que yo no quería derramar sangre.

CUADRO II. ESCENA III.

Pg. 90:

Egisto: Lo sé, mujer, lo sé: vas a hablarme de tus remordimientos. Bueno, te los envidio, te amueblan la vida. Yo no los tengo, pero nadie en Argos es tan triste como yo.

ESCENA IV.

Pg. 91:

Egisto: ¿Es éste, Júpiter, el rey que necesitabas para Argos? Voy, vengo, sé gritar con voz fuerte, paseo por todas partes mi alta y terrible apariencia, y los que me ven se sienten culpables hasta la médula. Pero soy una cáscara vacía: un animal me ha comido el interior sin que yo me diera cuenta. Ahora miro en mí mismo y veo que estoy más muerto que Agamenón. ¿Dije que estaba triste? Mentí. El desierto, la nada innumerable de las arenas bajo la nada lúcida del cielo no es triste ni alegre: es siniestra. ¡Ah, daría mi reino por derramar una lágrima!

ESCENA V.

Pg. 96:

Júpiter: ...El primer crimen lo cometí yo creando mortales a los hombres. Después de esto, ¿qué podíais hacer vosotros los asesinos? ¿Dar la muerte a vuestras víctimas? Vamos; ya la llevaban en sí; a lo sumo apresurabais su florecimiento.

Pg. 98:

Júpiter (a Egisto, sobre el supuesto secreto que comparten): ...El secreto doloroso de los dioses y de los reyes; que los hombres son libres. Son libres, Egisto. Tú lo sabes, y ellos no.

Egisto: Diablos, si lo supieran pegarían fuego a las cuatro esquinas de mi palacio. Hace quince años que represento una comedia para ocultarles su poder...Todos mis actos y palabras tienden a componer mi imagen...Pero soy yo mi primera víctima; yo no me veo como me ven, me inclino sobre el pozo abierto de sus almas y mi imagen está allí, en el fono; me repugna y me fascina...¿quién soy yo sino el miedo que los demás tienen en mí?

Júpiter: ...Es precioso que me miren; mientras tienen los ojos clavados en mí, olvidan mirar en sí mismos. Si me olvidaran un solo instante, si los dejara apartar la mirada...

Egisto: Pero, ¿quién nos ha condenado?

Júpiter: Nadie más que nosotros mismos.

Egisto: [por] El orden. Es cierto. Por el orden seduje a Clitemestra, por el orden maté a mi rey; quería que el orden reinara y que reinara por mi intermedio. He vivido sin deseo, sin amor, sin esperanza; implanté el orden. ¡Oh, terrible y divina pasión!

Pg. 99:

Egisto (acerca de Orestes): Sabe que es libre, entonces no basta cargarlo de cadenas. Un hombre libre en una ciudad es como una oveja sarnosa en un rebaño. Contaminará todo mi reino y arruinará mi obra. Dios todopoderoso, ¿qué esperas para fulminarlo?

Júpiter: Una vez que ha estallado la libertad en el alma de un hombre, los dioses no pueden más contra ese hombre. Pues es un asunto de hombres, y a los otros hombres -sólo a ellos- les corresponde dejarlo correr o estrangularlo.

ESCENA VI.

Pg. 101:

Orestes: ¿Qué me importa Júpiter? La justicia es un asunto de hombres y no necesito que un dios me la enseñe. Es justo aplastarle, pillo inmundo (Egisto), y arruinar tu imperio sobre las gentes de Argos; es justo restituirles el sentimiento de su dignidad.

Egisto (antes de morir): Ten cuidado con las moscas, Orestes, ten cuidado con las moscas. No ha terminado todo.

Pg. 103: (*La hibris y el ate. ¿Son, entonces, reflejos de nuestra libertad, y por eso castigado por los antiguos dioses griegos, para someternos bajo su inmortal orden?)

Electra: Ella (Clitemestra) ya no puede perjudicarnos...

Orestes: ¿Y qué?...No te reconozco. No hablabas así hace un momento.

Electra: Orestes..., yo tampoco te reconozco.

Orestes: Está bien, iré solo.

ESCENA VIII.

Pg. 107:

Orestes: Soy libre, Electra; la libertad ha caído sobre mí como el rayo.

Electra: ¿Libre? Yo no me siento libre. ¿Puedes hacer que todo esto no haya sido? Ha sucedido algo que ya no somos libres de deshacer. ¿Puedes impedir que seamos para siempre los asesinos de nuestra madre?

ACTO III. ESCENA II.

Pg. 120: (Véanse analogías con la actitud del mismo en las versiones de Eurípides y Esquilo).

Orestes: No soy culpable, y no podrías hacerme expiar lo que no reconozco como crimen (a Júpiter).

Pg. 122:

Júpiter (a Electra): Dentro de un cuarto de hora puedes estar fuera de aquí (del Templo de Apolo, donde se refugian de la ira del pueblo, que los rodea)...No te pido nada, hija mía...O casi nada. Algo que puedes darme con toda facilidad: un poco de arrepentimiento.

Orestes: Ten cuidado, Electra; esa nada pesará sobre tu alma como una montaña.
*(Por eso el Pedagogo desconfiaba de Júpiter, por su filosofía y excepticismo. Hay que analizar las analogías con el Cristianismo, este Júpiter no es otro que el Dios de los judíos).

Pg. 124:

Orestes: ¡Electra! ¡Electra! Ahora eres culpable. Lo que quisiste, ¿quién puede saberlo sino tú? ¿Dejarás que otro lo decida? ¿Por qué deformar un pasado que ya no puede defenderse? ¿Por qué renegar de esa Electra irritada que fuiste, de esa joven diosa del odio, que tanto he amado? ¿Y no ves que este dios cruel se burla de ti?

Pg. 126:

Orestes: El más cobarde de los asesinos es el que tiene remordimientos.

Júpiter: ...No estás en tu casa, intruso; estás en el mundo como la astilla en la carne, como el cazador furtivo en el bosque señorial, pues el mundo es bueno; lo he creado según mi voluntad, y yo soy el Bien. Pero tú, tú has hecho el mal, y las cosas te acusan con sus voces petrificadas; el Bien está en todas partes, es la médula del saúco, la frescura de la fueten, el grano de sílex, la pesadez de la piedra; lo encontrarás hasta en la naturaleza del fuego y de la luz; tu cuerpo mismo te traiciona, pues se acomoda a mis prescripciones. El Bien está en ti, fuera de ti: te penetra como una hoz, te aplasta como una montaña, te lleva y te arrastra como un mar; él es el que permite el éxito de tu mala empresa, pues fue la claridad de las antorchas, la dureza de tu espada, la fuerza de tu brazo. Y ese Mal del que estás tan orgulloso, cuyo autor te consideras, ¿qué es sino un reflejo del ser, una senda extraviada, una imagen engañosa cuya misma existencia está sostenida por el Bien? Re­concéntrate, Orestes; el universo te prueba que estás equivocado, y eres un gusanito en el universo. Vuelve a la naturaleza, hijo desnaturalizado: mira tu falta, aborrécela, arráncatela como un diente cariado y maloliente. O teme que el mar se retire delante de ti, que las fuentes se sequen en tu camino, que las piedras y las rocas rueden fuera de tu senda y que la tierra se desmorone bajo tus pasos.

Orestes: ...Eres el rey de los dioses, Júpiter, el rey de las piedras y de las estrellas, el rey de las olas del mar. Pero no eres el rey de los hombres.

Júpiter:.... Entonces, ¿quién te ha creado?

ORESTES.— Tú. Pero no debías haberme creado libre.

JÚPITER.— Te he dado la libertad para que me sirvas.

ORESTES.— Es posible, pero se ha vuelto contra ti y nada podemos ninguno de los dos... Todavía ayer eras un velo sobre mis ojos, un tapón de cera en mis oídos; ayer tenía yo una excusa: eras mi excusa de existir porque me habías puesto en el mundo para servir tus designios, y el mundo era una vieja alcahueta que me hablaba sin cesar de ti. Y luego me abandonaste....[tu Bien es] Para incitarme a la lenidad, el día ardiente se suavizaba como se vela una mirada; para predicarme el olvido de las ofensas, el cielo se había hecho suave como el perdón. Mi ju­ventud, obediente a tus órdenes, se había levantado, permanecía frente a mis ojos, suplicante como una novia a punto de ser aban­donada: veía mi juventud por última vez. Pero de pronto la libertad cayó sobre mí y me traspasó, la naturaleza saltó hacia atrás, y ya no tuve edad y me sentí completamente solo, en medio de tu mundito benigno, como quien ha perdido su sombra: y ya no hubo nada en el cielo, ni bien, ni mal, ni nadie que me diera órdenes.

Júpiter: ...has formado parte de mi rebaño, pacías la hierba de mis campos en medio de mis ovejas. Tu libertad sólo es una sarna que te pica, sólo es un exilio...Vuelve; soy el olvido, el reposo.

ORESTES.— Extraño a mí mismo, lo sé. Fuera de la naturaleza, contra la naturaleza, sin excusa, sin otro recurso que en mí. Pero no volveré bajo tu ley; estoy condenado a no tener otra ley que la mía. No volveré a tu naturaleza; en ella hay mil caminos que conducen a ti, pero sólo puedo seguir mi camino. Porque soy un hombre, Júpiter, y cada hombre debe inventar su camino. La naturaleza tiene horror al hombre, y tú, tú, soberano de los dioses, también tienes horror a los hombres.

JÚPITER.— No mientes: cuando se parecen a ti los odio.

Orestes:...acabas de confesar tu debilidad. Yo no te odio...Tú eres un dios y yo soy libre; estamos igualmente solos y nuestra angustia es semejante...El remordimiento, el sueño. Pero ya no puedo tener remordimientos. Ni dormir.

Pg. 131:

Júpiter (sobre la voluntad de abrirle los ojos al pueblo de Orestes): ...les mostrarás de improviso su existencia, su obscena e insulsa existencia, que han recibido para nada.

Orestes: ¿Por qué había de rehusarles la desesperación que hay en mí, si es su destino?

Júpiter: ¿Qué harán de ella?

Orestes: Lo que quieran; son libres y la vida humana empieza del otro lado de la desesperación.

ESCENA III

Orestes (a Electra): ...Me darás la mano e iremos...hacia nosotros mismos...Habrá que buscarlos pacientemente.

Electra: ...Sólo me ofreces la desdicha y el hastío (y se va con Júpiter).

ESCENA IV.

Pg. 135:

Orestes: Estoy completamente solo.

Primera Erinia: te quedo yo; ya verás qué juegos inventaré para distraerte. Valor, hermanas mías, cede. Mirad, sus ojos se agrandan; pronto resonarán sus nervios como las cuerdas de un arpa bajo los arpegios exquisitos del terror.

ORESTES.— ¡Pobre Electra!

ESCENA VI.

Orestes:...otro asesino...llevaba guantes rojos...de sangre, y no le tuvisteis miedo porque leísteis en sus ojos que era de los vuestros y que no tenía el valor de sus actos. Un crimen que su autor no puede soportar ya no es el crimen de nadie, ¿verdad? Es casi un accidente...mi crimen es muy mío; lo reivindico...es mi razón de vivir y mi orgullo, no podéis castigarme ni compadecerme, y por eso me tenéis miedo. Y sin embargo, os amo, y por vosotros he matado...Ahora soy de los vuestros,...estamos ligados por la sangre,...Vuestras faltas y remordimientos, vuestras angustias nocturas, todo es mío, lo cargo todo sobre mí. No temáis a vuestros muertos; son mis muertos. Y mirad: vuestras fieles moscas os han abandonado por mí. Pero no temáis, no me sentaré en el trono de mi víctima; un dios me lo ha ofrecido y he dicho que no. Quiero ser un rey sin tierra y sin súdbitos. Adiós, mis hombres, intentad vivir; todo es nuevo aquí, todo está por empezar. Una vida extraña...Scytos se infestó de ratas...(el flautista) empezó a tocar la flauta y todas las ratas fueron a apretarse a su alrededor...Y el flautista con las ratas desapareció para siempre. Así. (Sale; las Erinias lo siguen aullando).



TELÓN.

lunes, 24 de enero de 2011



Deja, Citerea, por hoy tus sollozos, contén tu dolor: habrás de llorar de nuevo, de nuevo el año próximo habrás de verter lágrimas.




*(Bión I)

domingo, 23 de enero de 2011


L'enfant sauvage, Truffaut.


Cada vez estoy más segura de que la felicidad la produce un capuccino -o un pimiento, un zumo de naranja, una fresa, o un vaso de agua mineral- y el asiento de una cafetería con mesitas en una calle de París, escuchando música pasada de moda en un hilo apaciblemente perceptible pero que permita la conversación con un poeta amado, o con la propia contribución en la libreta, o la discusión apasionada sobre filosofía y existencialismo con viejos y nuevos amigos, abrasada -en contraste con el frío del ocaso- por el sol de la tarde de primavera. Y nada más. Ninguna expectativa mayor.

[Blasfemia], no conozco París. Será eso lo que falla.

miércoles, 19 de enero de 2011



¿Qué es ese cuentagotas, pitido nauseabundo y lánguido, guía de ciegos, ahora, mientras piso el asfalto? ¿Por qué me duele la sangre? ¿Qué? ¿Qué me falta? Me falta algo, en la mano, o en la espalda. Y no sé qué es. Pero me duele que ya no se clave contra mí, y no cargar con su peso. Ahora me doy cuenta. Es el semáforo el que me habla, y lo que me dice es que me han robado.

Fuíste tú, gitanilla, ¿Verdad? Lo veo en el brillo de tus ojos, a negocio cerrado. Y me lo sugiere la sonrisa, la sonrisa de La Burla, que es una en general y que no viene a hacerse a nada, sino que es sólo un viento, vespertino y sinuoso, que sujeta a las nubes que a su vez sujetan la luna que a su vez sujeta mi alma, pendiendo de su catalejo, siempre vigilada, por lo que pueda pasar.

Pero hoy, hoy no. Hoy estoy sola entre corrientes y amalgamas de muchedumbre fresca, forjada de algodón prensado y esparto -o al menos así son sus expresiones curiosas, abotonadas miradas, para con todo lo que yo pueda ser o no.

Y lo siento, siento la navaja aquí, entre mis dientes, mis omoplatos, desglosándome en un hurto, que se lleva mucho más que un robo, que se lleva mi nombre, mi pasado, mis garantías y credibilidad.

Y eso no es lo peor, gitanilla, aunque tú no lo sepas.

Que te llevas muy poco, por si te supo a mucho. No me has dejado sin nada, desnuda y bajo una lluvia cartilaginosa.

Sólo te has llevado lo que más quería, aunque fuera poco y no valiese mucho. Y con el resto de mis pertenencias y lujos...con eso tengo que lidiar yo, sin más arma que mi sangre helada en la acera, que no deja de tirar de mis botas para que no pueda pasear, ni siquiera luchar.

Yo te compro romero. Lo necesito. Pero devuélveme por lo menos la voz preocupada de la luna, o la de esas míticas madres de la savana, que no conozco, pero que sé que lamen lágrimas, porque lo dicen las leyendas impenetrables de mis días de maillot y chándal, de cajas pequeñas de zumo con bocadillos de lechuga.

¡Claro que nunca antes habían querido robarme! O eso creía yo, y por eso dejé todos mis juguetes en cualquier lugar que no conozco, que sigo sin definir, y me concentro en todo esto que no lleva a ninguna parte. Las muchedumbres, la embestida del semáforo, el dialecto de la ciudad que me acoge, los halagos y obscenidades rebotando contra mis piernas pobremente cubiertas.

No estoy. Me refugio los inciensos amarillos de mi compañera, ausente, de vejaciones urbanas.

Descubro que también han entrado desconocidos en mi casa, sin mi permiso ni mi llave.

Pero esta vez para dejarme flores.

domingo, 2 de enero de 2011

Mª Elena WALSH. Otro mito, dicen.



Balada del tiempo perdido


"Yo dormía pero mi corazón velaba..."
Cantares

Como a sus vanas hojas
el tiempo me perdía.
Clavada a la madera de otro sueño
volaban sobre mí noches y días.

Poblándome de una
nostalgia distraída,
la tierra, el mar, me entraban en los ojos
y por ociosas lágrimas salían.

Cuántos papeles ciegos
en la tarde vacía.
Qué multitud de imágenes miradas
como a través de una mortal llovizna.

Entorpecidas sombras
en vez de manos mías,
de tanto enajenarse en los espejos,
todo lo que tocaba se moría.

Memorias y esperanzas
callaban su agonía:
un porfiado presente demoraba
siempre las mismas ramas amarillas.

Qué tiempo sin sentido
el que mi amor perdía.
Qué lamentable primavera inútil
haciendo en vano flores que se olvidan.

Pero mi corazón
velaba y no sabía.
Recuperada su pasión secreta
ahora enamorado resucita.

Y el tiempo que hoy me guarda
entre sus hojas vivas
es un tiempo feliz desde hace tantos
sueños que nacerán en la vigilia.


***


Canción
Alma sin el amor, ave dejada
en los terrenos de la maravilla:
cuando no haya más hojas
y se acaben los días
yo seguiré buscando
tu luz recién nacida
-alma sobre rebaños levantada-
para hacer las mañanas de mi vida.

El enlutado mundo que habitaba
ahora es el cielo que la frente pisa.
(Si se apagaran todas
las uvas de la viña
o se muriera el pan
en las espigas,
este incendio frutal de mi esperanza
en otra tierra se levantaría.)

Tu mano era mi mano desde siempre,
tu voz mi voz, y yo no lo sabía.
Anduve con tu sombra
al lado de la mía
por mortales caminos
y celestes orillas.
Eras un sueño en busca de mi frente
para nacer, y yo no lo sabía.

Ya mis ojos usaron la belleza
y fueron en sedienta cacería
-con su lastimadura
de límites y aristas-
al pámpano desnudo
y a la rosa vestida,
buscándote desde los miradores
con el Amor-Que-Todo-Lo-Imagina.

Cuando tú fuiste la increíble imagen
yo era la sed y el vaso y la bebida.
Las puertas y los frascos,
cubiertos de ceniza,
guardaban el perfume
de la melancolía,
mientras los palomares te esperaban
con el Amor-Que-Nada-Te-Imagina.

Aunque la providencia me negara
el alimento para la alegría,
aunque me entristecieras
la intemperie divina
con pájaros callados
y sombras pensativas,
aunque olvidaras, aunque no existieras,
mi corazón igual te cantaría.


***


Entonces
Cuando yo no te amaba todavía
-oh verdad del amor, quien lo creyera-
para mi sed no había
ninguna preferencia verdadera.

Ya no recuerdo el tiempo de la espera
con esa niebla en la memoria mía:
¿El mundo cómo era
cuando yo no te amaba todavía?

Total belleza que el amor inventa
ahora que es tan pura
su navidad, para que yo la sienta.

Y sé que no era cierta la dulzura,
que nunca amanecía
cuando yo no te amaba todavía.


***


Esencia

Nunca nombrarla, nunca.
Ni callarla siquiera.
Solamente crecer de sus raíces
con asombrado llanto.
Ser y morir tan solo
para justificarla
como naturaleza
y sumisa costumbre.

Madurará con pausa
y exactitud de necesaria estrella
y solo incertidumbres
me probarán su órbita,
su doloroso amor, su cumplimiento.
Será un desgarramiento
elemental, constante.
Desesperada espera
-lo sé- desesperada.

Y sin embargo, nada
persistirá más cierto
que su sabiduría,
que sus sencillas fiestas.
Como el rosal seguro de la rosa.

Y yo seré la sombra
de su florecimiento,
yo viviré acatando
su voz y su silencio,
en indefensa tierra,
irrenunciablemente.


***


Balada de la alondra persuasiva

En otra madrugada,
por vientos de ceniza,
obedecí al latido de la alondra.
El cielo no era cielo todavía.

La zona del hornero,
el tiempo de la encina
se inquietaban en lento aprendizaje
y el cielo no era cielo todavía.

Hubo un encantamiento
de flor y hierba fina,
un cauteloso antaño de rocío,
y el cielo no era cielo todavía.

Septiembre constelado
de dos campanas frías
rodaba por lugares de silencio
y el cielo no era cielo todavía.

En clima de obediencia
mi pulso recorría
todo un advenimiento de corolas
y el cielo no era cielo todavía.

No regresó conmigo
la alondra persuasiva
porque me desterró de su latido
cuando el cielo fue luz de mediodía.


***


Paisaje de elegía

No escuches mi dolor, tú que me heriste.
No te reclama ya ningún acento.
Sólo en mi corazón la sangre es triste.
( ¡Oh lentas calles del otoño lento! )

No te requiero un sólo mandamiento.
-Tú que me niegas, tú que no me diste-.
No sientas esta muerte que yo siento.
( ¡Oh tristes voces del otoño triste!)

Que sólo a mis entrañas se refiera
este clamor, este importante frío.
Quiero que no te alcance este lamento.

Pero si alguna vez te desespera
un gran silencio, es el silencio mío.
(¡Oh lentas sombras del otoño lento! )

sábado, 1 de enero de 2011

Sylvia Plath

The(ir) Sylvia Vivid Doll

Decirse pueden decirse tantas cosas
con su cara expuesta en carteles,
como fondo.

Pero su verdad reside en sus incisivos,
las palabras susurradas por cualquier mérito,
incluso por un hongo,

y la esnifa,
quien está seguro al leerla, de que él también estuvo allí,
y sintió lo mismo,

porque no cabía lugar a dudas, en ese mundo
donde la creatividad es el aire que pega las cosas,
inventar de una cocina, un abismo.




139. MUJER ESTÉRIL
Vacía, resueno hasta cuando doy el más ligero paso,
museo sin estatuas, grandioso con sus pilares, pórticos, rotondas.
En mi patio, una fuente brota y se abisma en sí misma,
con corazón de monja y ciega ante el mundo. Lirios de mármol
exhalan su palidez como un aroma.

Me imagino a mí misma frente a un público numeroso,
madre de una blanca Niké y de varios Apolos sin párpados.
Pero, en vez de eso, los muertos me hieren con sus atenciones, y
[nada puede ocurrir.
La luna posa una mano sobre mi frente,
impávida y callada como una enfermera.

21 de febrero de 1961.

BARREN WOMAN

Empty, I echo to the least footfall,

museum without statues, grand with pillars, porticoes, rotundas.
In my courtyard a fountain leaps an sinks back into itself,
nunhearted and blind to the world. Marble lilies
exhale their pallor like scent.


I imagine myself with a great public,

mother of a white Nike and several bald-eyed Apollos.
Instead, the dead injure me with attentions, and nothing can happen.

The moon lays a hand on my forehead,

blank-faced and mum as a nurse.


147. LA RIVAL
Si la luna sonriese, se te parecería.
Das la misma impresión de ser algo hermoso,
pero aniquilador. Las dos brilláis con una luz prestada.
Su boca en forma de O manifiesta su congoja
por el mundo, la tuya, tu indiferencia,

y tu primer don es el de trocarlo todo en piedra.
De repente me percato de que me hallo en un mausoleo:
Ahí estás tú, tamborileando con los dedos en una mesa de mármol,
buscando cigarrillos, rencorosa como una mujer, aunque no tan nerviosa,
muriéndote por decir algo a lo que nadie rechiste.

También la luna doblega a sus súbditos,
pero a la luz del día resulta ridícula.
Por otro lado, tus insatisfacciones llegan
a mi buzón con afectuosa regularidad,
blancas y anodinas, expansivas como el monóxido de carbono.
No hay día en que no tenga noticias tuyas,
mientras deambulas, quizás, por África, pero pensando en mí.

Julio de 1961.

THE RIVAL
If the moon smiled, she would resemble you.
You leave the same impression
of something beautiful, but annihilating.
Both of you are great light borrowers.
Her O-mouth grieves at the world; yours is unaffected,

and your first gift is making stone out of everything.
I wake to a mausoleum; you ar here,
ticking your fingers on the marble table, looking for cigarettes,
spiteful as a woman, but not so nervous,
and dying to say something unanswerable.

The moon, too, abases her subjects,
but in the daytime she is ridiculous.
Your dissatisfactions, on the other hand,
arrive trhough the mailslot with loving regularity,
white and blank, expansive as carbon monoxide.
No day is safe from news of you,
walking about in Africa maybe, but thinking of me.

152. ÚLTIMAS PALABRAS
No quiero una caja sencilla, sino un sarcófago
con rayas de tigre y una carta pintada en él,
redonda como la luna, para escrutar el cielo.
Porque quiero mirarlos cuando vengan
abriéndose camino entre los mudos minerales, las raíces.
Ya puedo verlos: esos rostros macilentos, a la distancia de los astros.
Ahora no son anda, ni siquiera unos bebés.
Me los imagino sin padres ni madres, como los primeros dioses.
Seguramente se preguntarán si yo era alguien importante.
¡Debería endulzar y conservar mis días como frutas!
Mi espejo se está nublando: unas cuantas vaharadas más
y dejará de reflejar todo. Las flores y los rostros
devienen en sábanas a fuerza de emblanquecer.

No me fío del espíritu. Escapa como el vapor
en sueños, por el orificio de la boca o del ojo. No puedo detenerlo.
Un día de éstos ya no volverá. Las cosas, en cambio, no son así.
Ellas permanecen, con sus pequeños lustres particulares
siempre avivados por el uso. Si hasta casi ronronean.
Cuando las plantas de mis pies se enfríen,
el ojo azul de mi turquesa me confortará. Dejad, pues, que me quede
con mis cacerolas de cobre, dejad que mis tarros de maquillaje
florezcan a mi alrededor como flores nocturnas, con su agradable aroma.
Ellos me vendarán todo el cuerpo, envolverán mi corazón
con fina pulcritud y lo pondrán a mis pies.
Ni yo misma me reconoceré. Y, como todo estará oscuro,
el brillo de esos objetos me parecerá más dulce que el rostro de Ishtar.

21 de octubre de 1961.

LAST WORDS
I do not want a plain box, I want a sarcophagus
with tigery stripes, and a face on it
round as the moon, to stare up.
I want to be looking at them when they come
picking among the dumb minerals, the roots.
I see them already-the pale, star-distance faces.
Now they are nothing, they are no even babies.
I imagine them without fathers or mothers, like the first gods.
They will wonder if I was important.
I should sugar an preserve my days like fruit!
My mirror is clouding over-
a few more breaths, and it will reflect nothing at all.
The flowers and the faces whiten to a sheet.

I do not trust the spirit. It scapes like stream
in dreams, through mouth-hole or eye-hole. I can't stop it.
One day it won't come back. Things aren't like that.
They stay, their little particular lusters
warmed by much handling. They almost purr.
When the soles of my feet grow cold,
the blue eye of my turquoise will comfort me.
let me have my copper cooking pots, let my rouge pots
bloom about me like night flowers, with a good smell.
They will roll me up in bandages, they will store my heart
under my feet in a near parcel.
I shall hardly know myself. It will be dark,
and the shine of these small things sweeter than the face of Ishtar.

153. LA LUNA Y EL TEJO
Esta es la luz de la mente, fría y planetaria.
Los árboles de la mente son negros. Su luz, azul.
Las hierbas descargan sus pesares en mis pies, como si yo fuera Dios,
picándome en los tobillos y murmurando cosas acerca de su humildad.
Brumas desvaídas, espiritosas, pueblan este lugar
separado de mi casa por una hilera de lápidas.
La verdad, no veo adónde poder ir.

La luna no es una puerta. Es una cara de por sí,
blanca como un nudillo y terriblemente afligida,
que arrastra el mar tras ella como un crimen oscuro. Ahora está callada,
con la boca abierta en una O de absoluta desesperación. Yo vivo aquí.
Los domingos, las campanadas alarman al cielo dos veces:
ocho lenguas enormes confirmando la Resurrección.
Y, al final, secamente, tañen sus nombres.

El tejo, con su silueta gótica, apunta al cielo.
Alzo la vista siguiéndolo y me topoco con la luna.
Ella es mi madre. Pero no una madre dulce, como la Virgen.
Sus vestiduras azules desprenden pequeños murciélagos y búhos.
Cuánto daría por poder creer en la ternura:
el rostro de la efigie, suavizado por las velas,
volviendo hacia mí, en particular, su mirada apacible.

Sí, he caído desde muy alto. Las nubes florecen,
azules y místicas, sobre el rostro de los astros.
En la iglesia, los santos deben de estar todos azules,
levitando con sus pies delicados sobre los fríos bancos,
con las manos y los rostros hieráticos de tanta santidad.
La luna no se percata de nada de esto. Ella es calva y salvaje.
Y el mensaje del tejo es la negrura, la negrura y el silencio.

22 de octubre de 1961.

THE MOON AND THE YEW TREE
This is the light of the mind, cold and planetary.
The trees of the mind ar black. The light is blue.
The grasses unload their griefs on my feet as if I were God,
prickling my ankles and murmuring of their humility.
Fumey, spiritous mists inhabit this place
separated from my house by a row of headstones.
I simply cannot see where there is to get to.

The moon is no door. It is a face in its own right,
white as a knuckle and terribly upset.
It drags the sea after it like a dark crime; it is quite
with the O-gape of complete despair. I live here.
Twice on Sunday, the bells startle the sky-
eight great tongues affirming the Resurrection.
At the end, they soberly bong out their names.

The yew tree points up. It has a Gothic shape.
The eyes lift after it and find the moon.
The moon is my mother. She is not sweet like Mary.
Her blue garments unloose small bats and owls.
How I would like to believe in tenderness-
the face of the effigy, gentled by candles,
bending, on me in particular, its mild eyes.

I have fallen a long way. Clouds are flowering
blue and mystical over the face of the stars.
Inside the church, the saints will be all blue,
floating on their delicate feet over the cold pews,
their hands and faces stiff with holiness.
The moon sees nothing of this. She is bald and wild.
And the message of the yew tree is blackness-blackness and silence.

154. ESPEJO
Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.
Me trago de inmediato todo cuanto veo,
tal y como es, sin sombra de aprecio ni desprecio.
No soy cruel sino sincero:
El ojo cuadrado de algún diosecillo.
Casi siempre estoy meditando sobre la pared de enfrente.
Es rosada, con manchas. Llevo tanto tiempo observándola
que creo que ya forma parte de mi corazón. Pero ella va y viene.
Los rostros y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
buscando en mi superficie lo que realmente es.
Luego se vuelve hacia esas mentirosas, las velas, la luna.
Veo su espalda, y la reflejo con toda fidelidad.
Ella me recompensa con su llanto y el temblor de sus manos.
No le importo nada. Me deja y vuelve a mí constantemente.
Cada mañana su rostro viene a reemplazar la oscuridad.
En mí se ahogó una joven antaño, y en mí una anciana hoy
se yergue hacia ella, día tras día, como un pez terrible.

23 de octubre de 1961.

MIRROR
I am silver and exact. I have no preconceptions.
Whatever I see I swallow immediately
just as it is, unmisted by love or dislike.
I am not cruel, only truthful-
the eye of a little god, four-concerned.
Mos of the time I meditate on the opposite wall.
It is pink, with speckles. I have looked at it so long
I think it is a part of my hear. But it flickers.
Faces and darkness separate us over and over.

Now I am a lake. A woman bends over me,
searching my reaches for what she really is.
THen she turns to those liars, the candles or the moon.
I see her back, and reflect it faithfully.
She rewards me with tears and an agitation of hands.
I am important to her. She comes and goes.
Each morning it is her face that replaces the darkness.
In me she has drowned a young girl, and in me an old woman
rises toward her day after day, like a terrible fish.


156. AÑO NUEVO EN DARTMOOR
En esto consiste la novedad: en cada pequeño y chabacano
obstáculo recubierto de cristal, cada uno con su peculiaridad,
centelleando y tintinando con falsete de santo. Tan sólo tú
no sabes qué hacer con este repentino terreno resbaladizo,
con este ciego, blanco, espantoso, inaccesible declive.
No hay manera de aprehenderlo con las palabras que conoces.
No hay manera de llegar a él, ni en elefante, ni sobre ruedas, ni a pie.
Nosotros hemos venido aquí tan sólo a mirar, y tú eres demasiado nueva
como para querer el mundo en un sombrero de cristal.

NEW YEAR ON DARTMOOR
This is newness: every little tawdry
obstacle glass-wrapped and peculiar,
glinting and clinking in a saint's falsetto. Only you
don't know what to make of the sudden slippiness,
the blind, white, awful, inaccessible slant.
There's no getting up it by the words you know.
No getting up by elephant or wheel or shoe.
We have only come to look. You are too new
to want the world in a glass hat.


159. UNA APARIENCIA
La sonrisa de las neveras me aniquila.
¡Igual que las corrientes azules en las venas de mi queridísima amiga!
Escucho el ronroneo de su enorme corazón.
De sus labios salen los signos & y %
multiplicados, como besos.
Hoy es lunes en su mente: la moral y la costumbre.

se saludan, lavan y planchan la ropa.
¿Qué voy a hacer con estas contradicciones?
Con mis esposas blancas, hago una reverencia.

¿Es esto, pues, el amor, esta materia roja
fluyendo de la aguja de acero que vuela tan ciegamente?
Mi amiga hará con elal pequeños vestidos y abrigos

para toda una dinastía.
¡Cómo se abre y grita su cuerpo,
ese reloj suizo con junturas adornadas de rubíes!

¡Ah, corazón, menudo desorden!
Las estrellas centellean como terribles guarismos.
ABC, replica ella con sus párpados.

4 de abril de 1962.

AN APPEARANCE
The smile of iceboxes annihilates me.
Such blue currents in the veins of my loved one!
I hear her great heart purr.

From her lips ampersands and percent sings
exit like kisses.
It is Monday in her mind: morals

launder and present themselves.
What am I to make of these contradictions?
I wear white cuffs, I bow.

Is this love then, this red material
issuing from the steel needle that flies so blindingly?
It will make little dresses and coats,

it will cover a dynasty.
How her body opens and shuts-
a swiss watch, jeweled in the hinges!

O heart, such disorganization!
The stars are flashing like terrible numerals.
ABC, her eyelids say.


160. VADEANDO EL AGUA
Lago negro, barca negra, dos negras figuras recortadas, de papel.
¿Adónde van los árboles negros que abrevan aquí?
Sus sombras deben de cubrir todo el Canadá.

Las flores acuáticas exhalan una luz tenue.
Sus hojas no quieren que nos apresuremos:
Son redondas y lisas, cargadas de oscuras advertencias.

El remo agita una infinidad de mundos fríos.
El espíritu de lo oscuro habita en nosotros, late en los peces.
Un tronco nos despide ondeando su pálida mano;

Las estrellas se abren entre los lirios.
¿No te ciega la inexpresividad de estas sirenas?
Éste es el silencio de las almas atónitas.

4 de abril de 1962.

CROSSING THE WATER
Black lake, black boat, two black, cut-paper people.
Where do the black trees go that drink here?
Their shadows must cover Canada.

A little light is filtering from the water flowers.
Their leaves do nos wish us to hurry:
THey are round and flat and full of dark advice.

Cold worlds shake from the oar.
The spirit of blackness is in us, it is in the fishes.
A snag is lifting a valedictory, pale hand;

Stars open among the lilies.
Are you not blinded by such expressionless sirens?
This is the silence of astounded souls.