
Estas mujeres que tan loca me vuelven...
Este miedo de ti, de mí... de todo...
Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.
Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.
Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.
Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.
***
No quiero esto de andar enamorado...
No quiero esto de andar enamorado,
estar triste y alegre sin motivo,
saberse generoso y vengativo,
dormirse sin dormir. Y estar cansado.
Y sin embargo, es el acostumbrado
milagro de estar trémulo y altivo,
tanto más libre cuando más cautivo,
tanto más rico cuanto más se ha dado.
Esto de respirar bebiendo el aire,
sentirse rey, temblar frente al desaire,
con el gesto indeciso y la mirada
más cerca o más allá del horizonte,
sufrir el sol, tratar que no tramonte,
mirar sin ver. Y ver, sin mirar nada.
***
Porque la tarde es gris y todos hablan...
Porque la tarde es gris y todos hablan
yo escucho dilatarse un gran silencio.
Las gentes van juntando más palabras:
yo no sé de sus voces ni sus ecos.
Los árboles se alejan lentamente
entre la tibia niebla del paseo
mientras las frases caen como gotas
y apenas van cambiando los acentos.
Porque la tarde se va haciendo noche
los murmullos son más, los ruidos menos
y los pájaros se hunden en la sombra:
aún los oigo cantar; ya no los veo.
Tanto sonido inútil, derramado,
si dos palabras bastan hoy: te quiero.
***
Yo no sé todavía cómo existe...
Yo no sé todavía cómo existe,
cómo ha venido a mí y está creciendo
la indócil llamarada que no enciendo
y esta emoción que tiembla y que persiste.
No sé si estar alegre o estar triste,
ya no entiendo la voz sino el acento,
ya no busco ni espero ni presiento:
apenas sé que estoy. Que está. Qué existe.
Pero cómo saber si es sólo un juego:
neblina, soledad, engaño, fuego.
¿Es un juego? Pues bien, hay que jugarlo
con una dulce complacencia esquiva
o una total entrega fugitiva.
¿Y si fuera el amor? Hay que aceptarlo.
2 comentarios:
Y, claro, para colmo, hizo infancia salmantina.
Pues es una crac, la tía ucraniana, no checa. Uno de ellos me ha recordado a un soneto de Lope. Tendré que leer más, a ver si en a media voz...
He encontrado estos versos, así al azar:
Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.
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