miércoles, 22 de abril de 2009

Extraído de Kiora, la última novela que estoy escribiendo.

El ritmo se acelera, como un caballo desbocado, la decepción y la desesperación va cerniéndose sobre mí imperceptiblemente, y por ello, desgarradoramente.
Uno, dos, parpadeo, tres, cuatro, respiro, cinco, seis, dilatación de pupilas, siete, ocho, la sangre se disipa del tejido venoso que llevo bajo la piel de mi cara y se agolpa en el cuello, donde comienza un latido frenético, nueve, diez, mi nuez baila con mi saliva permitiendo que refresque mi angustiada garganta, once, doce, los músculos que cubren el corazón y el estómago se contraen formando ese clásico nudo, y tiemblo, me seco y sigo temblando, mis nervios, rotos.
Doce fracciones de segundo, mi cuerpo se ha agotado en nombre de la caridad para con mi ello, todo trastocado y animal, más que nunca, porque me embarga el miedo en sus estado más físico.
Un día es como si las moléculas del aire te lanzaran una indirecta en el momento justo en que más aprehensiva estás, y con la concentración puesta en el infinito del gotelé, te sacan de esa hipnósis y empiezas a contar las milésimas de tiempo que absorbe tu cuerpo para recrear su acostumbrada reacción ante el terror.
Eso es todo. Quien te ve sabe que estás teniendo una visión horrible, porque estás loco o porque Satán ha desplegado su espinosa lengua delante de tí; pero ninguna de esas personas foráneas a tu realidad mantiene una tésis acertada, porque sencillamente, te has topado con la verdad tras buscarla más de lo que estabas dispuesta a verla, y la verdad no ha acontecido, sino que se te ha manifestado. Todo sigue igual que antes, tú eres quien se ha transformado en un nuevo animal herido y estás obligado a tomar la decisión de lamerte las heridas o de ser consecuente con la realidad. Ninguna opción ofrece que nada haya pasado o que puedas huír y si lo haces, será con la sombra del gigante detrás de tí, siguiendo tus pasos y ocultándote la luz del sol.
Toma una decisión. Tómala, tómala, tómala...
El mundo se vuelve negro, lleno de salientes, rocas viscosas y paredes cubierta de alquitrán reseco. La lengua te sabe a corcho y tienes hormigueos. Tu cabeza se hincha y desincha resaltando unas venas.
Ahora si estás loco, y no antes.

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