lunes, 6 de diciembre de 2010

Que acabe todo, me conformo con un paquete de cerillas. Y que los días dejen de rodar, por favor, necesito más muerte, menos vida. Porque no la puedo comprender a falta de un cigarrillo que unos buenos chicos me den. Creo que he visto como se asomaban las sonatas de lo imposible, la ritmología de la perfección y he decidido centrarme en mi cama, quedarme inmóvil, sentir el desastre hasta el pulmón...mezclando conceptos simples, sueños apagados, palabras repetitivas, sufrimientos tan hondos que me incrusten en el colchón. Yo no soy de la familia, ni jamás lo seré. Voy a acabar con todo, a sabiendas de no poder alcanzarlo...pues sí, me rendiré.

Yo quería dejar de pensar, y al fin lo hago. Y es acaso mas atroz no tener ningún bastón con el que pueda deshacerme de estos suspiros vagos. Me prometieron tantas glorias, tantas perlas contrastadas, que ahora, es mi memoria mi única aliada. De tanto en tanto, de fijo, aquí me hundo. No llamadme, nadie. "Lisiado" no es sincero, pero si lo más rotundo.

Al menos me ha embargado la pastosa ansiedad, y hoy al despertarme me dispuse a pelear.

¿Contra qué?

Sólo hice por girar la llave, dos vueltas, más vueltas, para no poder salir, para que nadie entre.

Es lo mismo. Puedo columpiarme entre la tierra mojada y el cielo cerrado. Puedo pensar que es justo ese meridiano donde habita constantemente lo que no es. No puede ser constante. Iré recibiendo muertes, una tras otra...les diré que estoy tan taciturna que no me vale la palabra. Que aquél es mi hogar, conquistado a osadías, mientras que ellos son huéspedes obligados a enfriarse en esa enorme arca pútrida.

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